(...)Arriba, la oscuridad había desaparecido. De horizonte a horizonte el cielo era un interrumpido campo de estrellas. Dos planetas miraban fijamente, sin parpadear. Los hombros y pies cuadrangulares de Orión, con el cinturón y la espada, el Arado, el zigzag de Casiopea, las íntimas Pléyades, se dibujan borrosamente en la sombra. La Vía Láctea, un vago rizo de luz atravesaba el cielo.
La imaginación contemplaba lo que no alcanzaba la vista. Mirando hacia abajo, me pareció ver a través de un planeta transparente, a través de hierbas y rocas, los enterrados cementerios de especies desvanecidas, los fundidos basaltos y el hierro del núcleo de la Tierra; luego, aparentemente todavía hacia abajo. Mis ojos atravesaron otros estratos y vieron las tierras y mares del sur, subieron por las raíces de los árboles de caucho, y los pies de los invertidos antípodas, y se hundieron en el infinito azul, atravesado por el sol, y se perdieron en la noche eterna, dónde las estrellas y el sol están juntos.(...)
La imaginación contemplaba lo que no alcanzaba la vista. Mirando hacia abajo, me pareció ver a través de un planeta transparente, a través de hierbas y rocas, los enterrados cementerios de especies desvanecidas, los fundidos basaltos y el hierro del núcleo de la Tierra; luego, aparentemente todavía hacia abajo. Mis ojos atravesaron otros estratos y vieron las tierras y mares del sur, subieron por las raíces de los árboles de caucho, y los pies de los invertidos antípodas, y se hundieron en el infinito azul, atravesado por el sol, y se perdieron en la noche eterna, dónde las estrellas y el sol están juntos.(...)
[fragmentos: "El Hacedor De Estrellas"]
[Olaf Stapledon]
[Olaf Stapledon]
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