viernes, 28 de diciembre de 2007

[Trent Reznor: I am the voice inside your head, and I control you]




[...]

Te despiertas en el aeropuerto de Dulles.

El seguro de vida te paga el triple si falleces en un viaje de trabajo. Rezaba para que hubiera turbulencias y viento de cola. Rezaba para que algún pelícano fuera succionado por las turbinas o para que el fuselaje tuviese algún perno suelto o se condensara hielo en las alas. Al despegar, mientras el avión recorría la pista y los alerones se levantaban, nuestros asientos se mantenían en posición vertical y las bandejas sujetas y el equipaje de mano meti­do en el compartimiento superior; cuando ya habíamos apagado los cigarrillos y llegábamos al final de la pista de despegue, rezaba para que nos estrellásemos.

Te despiertas en el aeropuerto de Love Field.

[...]


[...]

Te despiertas en el aeropuerto de SeaTac.

Estudio a las personas que aparecen en las instruccio­nes de emergencia plastificadas que hay en el asiento. Una mujer flota en el océano; su cabello castaño se esparce ha­cia atrás y mantiene el cojín apretado contra el pecho. Tie­ne los ojos completamente abiertos, pero no sonríe ni frunce el ceño. En otra viñeta, los pasajeros, tranquilos como vacas sagradas, se estiran para coger las máscaras de oxígeno que cuelgan del techo impulsadas por un resorte.

Debe de tratarse de una emergencia.

¡Oh!

Hemos perdido presión en la cabina.

¡Oh!

Te despiertas en el aeropuerto de Willow Run.

[...]

[...]

Te despiertas en el aeropuerto JFK.

Al aterrizar, soy un neumático que se deforma y se hincha cuando una rueda choca con un golpe sordo contra la pista de aterrizaje y el avión se inclina hacia un lado y se debate por un instante entre enderezarse o vol­car. Durante ese instante nada importa. Mira a las estre­llas y habrás desaparecido. Nada importa. Ni tu equipa­je ni tu mal aliento. Por las ventanillas se ve la oscuridad del exterior y se oye detrás el rugido de las turbinas. Si la cabina se inclina y adopta un ángulo impropio con las turbinas en marcha, nunca más tendrás que presentar otra demanda de indemnización. Necesitas un recibo para reclamar objetos cuyo valor supere los veinticinco dólares. Nunca más tendrás que cortarte el pelo.

[...]

[fragmentos de "El club de lucha"]
[Chuck Palahniuk]

viernes, 21 de diciembre de 2007

[Queens Of The Stone Age: "I've got a secret, I cannot say"]


[Photo:ChOrCh]


¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

FIN

[El Corazón Delator]
[Edgar Allan Poe]

martes, 18 de diciembre de 2007

[Viajes estáticos]

[a Pablo y Lila]

[Night Trip][2006]



(...)Arriba, la oscuridad había desaparecido. De horizonte a horizonte el cielo era un interrumpido campo de estrellas. Dos planetas miraban fijamente, sin parpadear. Los hombros y pies cuadrangulares de Orión, con el cinturón y la espada, el Arado, el zigzag de Casiopea, las íntimas Pléyades, se dibujan borrosamente en la sombra. La Vía Láctea, un vago rizo de luz atravesaba el cielo.
La imaginación contemplaba lo que no alcanzaba la vista. Mirando hacia abajo, me pareció ver a través de un planeta transparente, a través de hierbas y rocas, los enterrados cementerios de especies desvanecidas, los fundidos basaltos y el hierro del núcleo de la Tierra; luego, aparentemente todavía hacia abajo. Mis ojos atravesaron otros estratos y vieron las tierras y mares del sur, subieron por las raíces de los árboles de caucho, y los pies de los invertidos antípodas, y se hundieron en el infinito azul, atravesado por el sol, y se perdieron en la noche eterna, dónde las estrellas y el sol están juntos.(...)

[fragmentos: "El Hacedor De Estrellas"]
[Olaf Stapledon]

[Métodos poco ortodoxos]


[The true artist][2007]


Tengo un ratón de plástico, con cola de cable y cabeza de integrado,
él habla en ceros y unos lo que le dicto al oído,
proyectando imágenes de cosas invisibles,
en paredes de electrones.


domingo, 16 de diciembre de 2007

[(((Photosounds)))][Diciembre][2007]

[ChOrCh][Photo:Pablo]
[Muse]
[Absolution]
[Apocalypse Please]



declare this an emergency

come on and spread a sense of urgency
and pull us through

and pull us through
and this is the end
this is the end of the world

it's time we saw a miracle
come on it's time for something biblical

to pull us through
and pull us through
and this is the end
this is the end of the world

proclaim eternal victory
come on and change the course of history
and pull us through
and pull us through
and this is the end
this is the end of the world



[Photo:ChOrCh]

[Radiohead]
[OK Computer]
[Paranoid Android]



Please could you stop the noise, I'm trying to get some rest
From all the unborn chicken voices in my head
What's that...? (I may be paranoid, but not an android)
What's that...? (I may be paranoid, but not an android)

When I am king, you will be first against the wall
With your opinion which is of no consequence at all
What's that...? (I may be paranoid, but no android)
What's that...? (I may be paranoid, but no android)

Ambition makes you look pretty ugly
Kicking and squealing gucci little piggy
You don't remember
You don't remember
Why don't you remember my name?
Off with his head, man
Off with his head, man
Why don't you remember my name?
I guess he does....

Rain down, rain down
Come on rain down on me
From a great height
From a great height... height...
Rain down, rain down
Come on rain down on me
From a great height
From a great height... height...
Rain down, rain down
Come on rain down on me

TThat's it, sir
You're leaving
The crackle of pigskin
The dust and the screaming
The yuppies networking
The panic, the vomit
The panic, the vomit
God loves his children, God loves his children, yeah!


[Mistery Man][Photo:Pablo]
[Refused]
[The Shape Of Punk To Come]
[
New Noise]



Can I scream? Yeah!
We lack the motion to move to the new beat
We lack the motion to move to the new beat

It's here for us to admire if we can afford the beauty of it
Can afford the luxury of turning our heads
Adjust that thousand dollars smile and behold the creation of man
Great words won't cover ugly actions - good frames won't save bad paintings

We lack the motion to move to the new beat. Yeah!
We lack... motion
When the day is over - Hey! - the doors are locked on us
Money buys the access - and we can't pay the cost
And how can we expect anyone to listen if we are using the same old voice?
We need new noise - new art for the real people

We dance to all the wrong songs
We enjoy all the wrong moves
We dance to all the wrong songs
We're not leading
We dance to all the wrong songs
We enjoy all the wrong moves
We dance to all the wrong songs
We're not, we're not, we're not, we're not, we're not, we're not...
Leading

We dance - all the wrong songs
We enjoy - all the wrong moves
We dance - all the wrong songs

We dance - all the wrong songs
We enjoy - all the wrong moves
We dance - all the wrong songs

Here we go!

We dance to all the wrong songs
We enjoy all the wrong moves
We dance to all the wrong songs
We're not leading. Yeah! Yeah! Yeah!

The new beat! The new beat! The new beat! The new beat!
The new beat! The new beat! The new beat! The new beat!
The new beat! The new beat! The new beat! The new beat!
The new beat! The new beat! The new beat! The new beat!
Thank you.





[Photo:ChOrCh]
[Bright Eyes]
[Cassadaga]
[
I Must Belong Somewhere]



Leave the bright blue door on the whitewashed wall
Leave the death ledger under city hall
Leave the joyful air in that rubber ball today

Just leave the lilac print on the linen sheet
Leave the birds you killed at your father's feet
Let the sideways rain in the crooked street remain

Leave the whimpering dog in his cold kennel
Leave the dead starlet on her pedestal
Leave the acid kids in their green fishbowls today

Leave the sad guitar in its hardshell case
Leave the worried look on your lover's face
Let the orange embers in the fireplace remain

'Cause everything it must belong somewhere
A train off in the distance, bicycle chained to the stairs
Everything it must belong somewhere
I know that now, that's why I'm staying here

Leave the ocean's roar in the turquoise shell
Leave the widower in his private hell
Leave the liberty in that broken bell today

Just leave the epic poem on its yellowed page
Leave the gray macaw in his covered cage
Let the traveling band on the interstate remain

'Cause everything it must belong somewhere
Sound stage in California, televisions in Times Square
Yeah, everything it must belong somewhere
I know that now, that's why I'm staying here
Well I know that now, that's why I'm staying here

Leave the secret talks on the trundle bed
Leave the garden tools in that rusted shed
Leave those bad ideas in your troubled head today

Just leave the restless ghost in his old hotel
Leave the homeless man in that cardboard cell
Let the painted horse on the carousel remain

'Cause everything it must belong somewhere
Just like the gold around her finger or the silver in his hair
Yeah, everything it must belong somewhere
I know that now, that's why I'm staying here
Oh I know that now, that's why I'm staying here

In truth the forest hears each sound
Each blade of grass as it lies down
The world requires no audience
No witnesses, no witnesses

Leave the old town drunk on his wooden stool
Leave the autumn leaves in their swimming pool
Leave the poor black child in his crumbling school today

Leave the novelist in his daydream tune
Leave the scientist in her Rubik's cube
Let the true genius in the padded room remain

Leave the horse's hair on the slanted bow
Leave the slot machines on the riverboat
Leave the cauliflower in the casserole today

Just leave the hot bright trash in the shopping malls
Leave the hawks of war in their capitols
Let the organ's moan in the cathedral remain

'Cause everything it must belong somewhere
They locked the Devil in the basement, threw God up into the air
Yeah, everything it must belong somewhere
You know it's true, I wish you'd leave me here
Now you know it's true, why don't you leave me here?



[Pablo][Photo:ChOrCh]

[Deftones]
[White Pony]
[Feiticiera]



stop I'm drunk
but I'm off my knees
the police stopped chasing
I'm her new cool meat
she pops the trunk
and she removes me
and a machine that takes
pictures of us
now my jaw and my teeth hurt
I'm choking from gnawing on the ball
and just before I come to move to
the back of the car she makes me
touch the machine
new murderer
first untie me
untie me for now
you said you would, right?
and you were right
(soon I'll let you go)
soon this will be all over
well I hope soon
she sang
so she sang
(soon I'll let you go)









jueves, 13 de diciembre de 2007

[Flaming Lips:If you could make everyobody poor just so you could be rich,Would you do it?]



[I want a Chancho][2007]


El cuarto planeta estaba ocupado por un hombre de negocios.

Este hombre estaba tan abstraído que ni siquiera levantó la cabeza a la llegada del principito.

-¡Buenos días! -le dijo éste-. Su cigarro se ha apagado.

-Tres y dos cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres quince. ¡Buenos días! Quince y siete veintidós. Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de encenderlo. Veintiocho y tres treinta y uno. ¡Uf! Esto suma quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.

-¿Quinientos millones de qué?

-¿Eh? ¿Estás ahí todavía? Quinientos millones de... ya no sé... ¡He trabajado tanto! ¡Yo soy un hombre serio y no me entretengo en tonterías! Dos y cinco siete...

-¿Quinientos millones de qué? -volvió a preguntar el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta una vez que la había formulado.

El hombre de negocios levantó la cabeza:

-Desde hace cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo me han molestado tres veces. La primera, hace veintidós años, fue por un abejorro que había caído aquí de Dios sabe dónde. Hacía un ruido insoportable y me hizo cometer cuatro errores en una suma. La segunda vez por una crisis de reumatismo, hace once años. Yo no hago ningún ejercicio, pues no tengo tiempo de callejear. Soy un hombre serio. Y la tercera vez... ¡la tercera vez es ésta! Decía, pues, quinientos un millones...

-¿Millones de qué?

El hombre de negocios comprendió que no tenía ninguna esperanza de que lo dejaran en paz.

-Millones de esas pequeñas cosas que algunas veces se ven en el cielo.

-¿Moscas?

-¡No, cositas que brillan!

-¿Abejas?

-No. Unas cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Yo soy un hombre serio y no tengo tiempo de desvariar!

-¡Ah! ¿Estrellas?

-Eso es. Estrellas.

-¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?

-Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy un hombre serio y exacto.

-¿Y qué haces con esas estrellas?

-¿Que qué hago con ellas?

-Sí.

-Nada. Las poseo.

-¿Que las estrellas son tuyas?

-Sí.

-Yo he visto un rey que...

-Los reyes no poseen nada... Reinan. Es muy diferente.

-¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?

-Me sirve para ser rico.

-¿Y de qué te sirve ser rico?

-Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre.

"Este, se dijo a sí mismo el principito, razona poco más o menos como mi borracho".

No obstante le siguió preguntando :

-¿Y cómo es posible poseer estrellas?

-¿De quién son las estrellas? -contestó punzante el hombre de negocios.

-No sé. . . De nadie.

-Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.

-¿Y eso basta?

-Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.

-Eso es verdad -dijo el principito- ¿y qué haces con ellas?

-Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez -contestó el hombre de negocios-. Es algo difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!

El principito no quedó del todo satisfecho.

-Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!

-Pero puedo colocarlas en un banco.

-¿Qué quiere decir eso?

-Quiere decir que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón ese papel.

-¿Y eso es todo?

-¡Es suficiente!

"Es divertido", pensó el principito. "Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio".

El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.

-Yo -dijo aún- tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas...

El hombre de negocios abrió la boca, pero no encontró respuesta.

El principito abandonó aquel planeta.

"Las personas mayores, decididamente, son extraordinarias", se decía a sí mismo con sencillez durante el viaje.

[fragmento de "El Principito"]

[Antoine Saint Exupéry]

[Thom Yorke: (...) Where two and two always makes a five]

[Realidad][2006]

"-¿Cuántos dedos ve usted, Winston?

-Cuatro.
-¿Y si el partido dijera que son cinco y no cuatro?
¿Cuántos vería?
-Siempre cuatro.
Tras la palabra lanzó Winston una exclamación de dolor: la aguja de la esfera marcaba cincuenta y cinco. De todo el cuerpo le brotaba un sudor frío. El aire le penetraba en los pulmones por ráfagas y volvía a expelerlo con cada uno de sus quejidos, imposibles de reprimir por mucho que se esforzara en ello. O'Brien le miraba, siempre enseñando los dedos. Hizo girar la manivela del aparato y apenas se declinó el intenso dolor.
-¿Cuántos dedos,Winston?
-Cuatro.
Sesenta marcaba la aguja. Y prosiguió O'Brien implacable:
-¿Cuántos dedos,Winston?
-¡Cuatro! ¡Cuatro! ¿Qué otra cosa puedo decir? Cuatro!
Otra vez debió haber ascendido la aguja; pero Winston mantuvo los ojos apartados de la esfera. Aquel rostro severo y hosco, y los cuatro dedos llenaban su visión. Los dedos de O'Brien parecíanle gruesos pilares, enormes, monumentales, borrosos y estremecidos.
Pero eran cuatro.

-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡Cuatro! ¡Basta! ¡No siga, por piedad!
-¿Cuántos dedos, Winston?
-¡Cinco, cinco, cinco!"

[fragmento de "1984"]
[George Orwell]

[Björk: If you ever get close to a human...]

[El verdadero miedo][2006]


"Una mañana, tras un sueño intranquilo, Greogorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.

-¿Qué me ha ocurrido?"
[fragmento de "La Metamorfosis"]
[Franz Kafka]

miércoles, 12 de diciembre de 2007

[FAQ][Sobre mi]

Q: ¿Quién sos ?
A: El hijo del Papa.
Q: ¿Cuántos años tenes?
A: 00100011
Q: ¿Dónde estoy?
A: ...





[Si usted quiere realizar alguna pregunta que ya no haya sido contestada, simplemente abra la ventana y grite]

[Ratas][2006]